Presión alta e inflamación crónica: cómo interactúan y cómo intervenir

La hipertensión arterial, comúnmente conocida como “presión alta”, es una de las condiciones más comunes y peligrosas a nivel global, a menudo llamada “asesino silencioso” porque el aumento de la presión no presenta síntomas evidentes hasta que provoca complicaciones graves, como enfermedades cardíacas o accidentes cerebrovasculares.

Si bien muchos son conscientes de factores de riesgo como la obesidad, una dieta inadecuada y un estilo de vida poco saludable, se conoce menos la conexión entre la inflamación crónica de bajo grado y la presión alta.

Dentro de este proceso, algunas moléculas inflamatorias, como el metilglioxal (MGO), el BAFF (B-cell Activating Factor) y el PAF (Platelet Activating Factor), desempeñan un papel importante, ya que contribuyen a mantener un ambiente inflamatorio que agrava la presión arterial.

Para combatir la presión alta, además de los tratamientos convencionales como los fármacos antihipertensivos, la investigación científica se está enfocando cada vez más en estrategias que buscan reducir los niveles de citoquinas proinflamatorias mediante una dieta y un estilo de vida más saludables.

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BAFF, PAF y MGO: su papel en la hipertensión

Metilglioxal (MGO)

El metilglioxal (MGO) es una molécula producida durante el metabolismo de los azúcares, especialmente durante el proceso de glicación, cuando algunos residuos azucarados se unen a las proteínas. Este proceso se acelera por el exceso de azúcares refinados y carbohidratos de alto índice glucémico. El MGO es un potente promotor del estrés oxidativo, capaz de dañar las células endoteliales que recubren los vasos sanguíneos. Cuando el endotelio está dañado, las arterias se vuelven más rígidas, favoreciendo el aumento de la presión arterial. Además, el MGO promueve la inflamación, induciendo la activación de otras citoquinas proinflamatorias. De este modo, el metilglioxal juega un papel central tanto en los mecanismos que dan origen a la presión alta, conectando el exceso individual de azúcares no solo con la diabetes, como estamos acostumbrados a pensar, sino también con la presión alta.

BAFF (B-cell Activating Factor)

El BAFF es una citoquina principalmente conocida por su papel en la regulación del sistema inmunológico. Sin embargo, el BAFF también tiene funciones que van más allá de la inmunidad. Se secreta también desde el tejido adiposo, comportándose de hecho como una adipocina, y participa en la regulación del metabolismo y la sensibilidad a la insulina. La producción excesiva de BAFF en el tejido adiposo puede contribuir a la inflamación crónica asociada con la obesidad, que a su vez es uno de los factores de riesgo para la hipertensión. Además, el BAFF estimula una respuesta inflamatoria sistémica que puede agravar el daño endotelial, facilitando la rigidez arterial y aumentando la resistencia al flujo sanguíneo. El resultado es un círculo vicioso de inflamación y presión alta, agravado por la disfunción metabólica.

PAF (Platelet Activating Factor)

El PAF es un mediador lipídico inflamatorio que desempeña un papel clave en la coagulación de la sangre y en la respuesta inmunitaria. En personas con presión alta, el PAF puede favorecer la activación de las plaquetas y aumentar la permeabilidad de los vasos sanguíneos, exacerbando la inflamación a nivel vascular. Su acción proinflamatoria se manifiesta en sinergia con otras citoquinas como el BAFF, intensificando el daño a los tejidos y aumentando la probabilidad de complicaciones cardiovasculares. El PAF también contribuye a atraer células inmunitarias a los tejidos vasculares, donde pueden causar más daños al endotelio. Esta combinación de activación plaquetaria, inflamación y daño tisular convierte al PAF en un factor clave en el mantenimiento de la hipertensión crónica.

Presión alta e inflamación: ¿qué podemos hacer?

Además de los tratamientos convencionales, como los medicamentos antihipertensivos, la investigación científica se está centrando cada vez más en estrategias que buscan reducir los niveles de citoquinas proinflamatorias a través de una dieta y un estilo de vida más saludables.

Sin embargo, para tratar y prevenir eficazmente la hipertensión, no es suficiente adoptar una dieta genérica. La inflamación crónica de bajo grado puede tener causas muy individuales, relacionadas con el consumo excesivo de azúcares o de grupos alimentarios específicos que mantienen el estado inflamatorio elevado. En otras palabras, una dieta antiinflamatoria, para ser realmente efectiva, debe ser personalizada.

Un paso fundamental para establecer una dieta antiinflamatoria personalizada es realizar pruebas específicas, como el test PerMé, que mide precisamente la presencia de BAFF, PAF y Metilgliossale, a menudo pasadas por alto en los exámenes clínicos convencionales. Estos marcadores ofrecen una visión más completa del estado inflamatorio del organismo, como hemos explicado ampliamente. Además, la prueba PerMé, al medir también las IgG específicas para alimentos, permite identificar si y cuánto estas gammaglobulinas que participan en el estímulo inflamatorio están relacionadas con esos hábitos alimentarios o alimentos que, si se repiten en exceso, podrían ser el verdadero “enemigo oculto” en la gestión de la presión arterial.

Al mismo tiempo, aumentar la actividad física, incluso con solo una caminata diaria a buen paso de unos veinte minutos, puede reducir los niveles de citoquinas proinflamatorias como el BAFF y mejorar la sensibilidad a la insulina, reduciendo así el riesgo de hipertensión.

Finalmente, reducir la ingesta de grasas saturadas y aumentar el consumo de grasas saludables (como las que se encuentran en el pescado azul, los frutos secos y el aceite de oliva) puede reducir la inflamación vascular y la producción de PAF.

Conclusión

La hipertensión es una condición compleja que va más allá del simple aumento de la presión arterial. La inflamación crónica, impulsada por moléculas como MGO, BAFF y PAF, desempeña un papel central en el mantenimiento de la presión alta y en el deterioro de la salud cardiovascular. Comprender estos mecanismos y actuar sobre ellos, tanto a través de cambios en el estilo de vida como con terapias específicas, puede ofrecer nuevas oportunidades para prevenir y tratar la hipertensión de manera efectiva. Realizar pruebas personalizadas, como la prueba PerMé, permite abordar de raíz los factores inflamatorios ocultos, abriendo el camino hacia una gestión de la salud más consciente y dirigida.

A cura della Redazione Scientifica GEK Lab

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