La obesidad a menudo viene acompañada de un fuerte estigma social, que reduce esta compleja condición a una cuestión de fuerza de voluntad o escaso autocontrol, ignorando los múltiples factores genéticos, metabólicos y ambientales que la influyen profundamente.
Aunque a menudo no se percibe como tal, la obesidad es, de hecho, una verdadera enfermedad crónica que conlleva riesgos significativos para la salud. La obesidad está asociada con una serie de complicaciones metabólicas que no deben subestimarse, como enfermedades cardiovasculares, esteatosis hepática, dislipidemias—es decir, niveles excesivamente altos de colesterol y triglicéridos—resistencia a la insulina y diabetes.
Causas de la obesidad
Las causas de la obesidad son diversas e interconectadas, y el entorno y el estilo de vida juegan un papel importante en su desarrollo.
Si bien durante mucho tiempo se ha considerado que la obesidad estaba banalmente relacionada con “excesos alimentarios”, como el consumo excesivo de comida chatarra, en realidad se ha demostrado que una condición inflamatoria de bajo grado, junto con una alimentación desequilibrada, juega un papel fundamental en el desarrollo de esta condición.
A menudo se descuida la necesidad de controlar no solo el equilibrio de los macronutrientes, sino también la inflamación derivada de la repetitividad alimentaria y del consumo excesivo de azúcares, que compromete la capacidad de perder peso y favorece la acumulación de grasa.
Inflamación de bajo grado y obesidad
Cuando en el organismo están en curso procesos inflamatorios, el sistema inmunitario libera algunas sustancias, llamadas citoquinas, que sirven para regular la respuesta a la inflamación. El BAFF (Factor de Activación de Células B) es una de estas y entre los efectos que provoca se encuentran la alteración del metabolismo de los azúcares y el aumento de la resistencia a la insulina. Estos fenómenos favorecen la acumulación de grasa visceral.
Un alto nivel de grasa visceral, a su vez, causa inflamación crónica y una mayor producción de BAFF. De este modo, se activa un círculo vicioso que favorece el aumento de peso y puede llevar a la obesidad.
A menudo, en la práctica clínica, pacientes con una alimentación más o menos equilibrada notan, sin embargo, un aumento en los valores de masa grasa y una disminución del metabolismo. Esto ocurre porque la producción de BAFF está relacionada con el consumo repetido de grupos alimentarios específicos. Como hemos explicado muchas veces, en estos casos es necesario identificar dichos grupos y reequilibrar su ingesta, incluyéndolos en el contexto de una dieta de rotación, que mantenga los niveles de inflamación bajo control.
También existe otra molécula inflamatoria capaz de favorecer la resistencia a la insulina: el Metilglioxal, o MGO.
El MGO es uno de los radicales libres más potentes. Se produce en cantidades dañinas cuando tenemos una dieta rica en azúcares simples (presentes en jugos, helados, snacks) y en cantidades significativas de carbohidratos complejos (pan, pasta), especialmente si se consumen dentro de comidas desequilibradas, que no respeten el equilibrio entre proteínas, grasas saludables y fibras. También el consumo de alcohol lleva al incremento de MGO.
La acción combinada de MGO y BAFF lleva a un empeoramiento de la condición de sobrepeso, que puede conducir a la obesidad.
A menudo, las personas que desean perder algunos kilos comienzan a sustituir los azúcares (el clásico sacarosa) por edulcorantes hipocalóricos o “sin” calorías (como sorbitol, manitol, eritritol), sin ser conscientes de que estas sustancias también favorecen la producción de MGO, con el efecto final de elevar el nivel de inflamación del organismo y obstaculizar la pérdida de peso.
Predisposición genética a la obesidad
Studi recenti evidenziano come la presenza di una specifica variante genica (SNP) nel gene FTO sia correlata allo sviluppo di obesità. Il rischio, per chi presenta questa variante, di andare incontro a obesità e sovrappeso è 1,4 volte superiore rispetto alla popolazione senza tale predisposizione.
Quella variante genica non indica affatto lo sviluppo certo di malattia e le componenti epigenetiche (ambiente, stile di vita) prevalgono. Tuttavia, conoscere la propria predisposizione aiuta a capire se esiste un aspetto strutturale, genetico, che faciliti l’ingrassamento e permette di mettere in atto delle strategie alimentari e integrative in modo preventivo.
Enfoques terapéuticos para la obesid
Para restaurar una alimentación sana y equilibrada, es esencial comenzar desde el plato para comer saludable de Harvard, que prevé para cada comida un correcto aporte de proteínas, carbohidratos y fibras vegetales. Este tipo de enfoque tiene la ventaja de controlar la secreción de insulina y prolongar la sensación de saciedad, evitando el consumo de snacks y meriendas para romper el ayuno, un problema típico de quienes sufren de obesidad.
El estímulo al crecimiento muscular (por lo tanto, al consumo de calorías y a la pérdida de peso) se obtiene también distribuyendo la necesidad de proteínas en las tres comidas del día, incluyendo el desayuno: hemos dedicado un artículo muy detallado a la comparación entre dietas y los invitamos a leerlo.
Sin embargo, a menudo se pasa por alto la necesidad de controlar no solo el equilibrio de los macronutrientes, sino también la inflamación derivada de la repetitividad alimentaria y del consumo excesivo de azúcares, que compromete la capacidad de perder peso y favorece la acumulación de grasa.
Al realizar el PerMè Test (que evalúa tanto la inflamación por azúcares como la de los alimentos) es posible conocer cuáles son los grupos alimentarios que generan inflamación y, por lo tanto, cuál es la causa de la dificultad para perder peso. Conocer exactamente su perfil alimentario es el punto de partida para establecer, con las indicaciones presentes en el informe, una dieta de rotación personalizada, que sea sostenible y que brinde resultados concretos.
PerMè también evalúa la presencia de la variante genética SNP y de otros polimorfismos genéticos que caracterizan una mayor susceptibilidad personal al desarrollo de diabetes, esteatosis hepática y enfermedades autoinmunes.
Para controlar el aumento de peso, también es necesario restaurar el equilibrio adecuado entre la masa grasa y la masa muscular.
En este sentido, la actividad física debe ser abordada como una verdadera terapia. Es importante realizar entrenamientos cardiovasculares (correr, caminar rápidamente, andar en bicicleta) porque mejoran el perfil glucémico, la presión arterial y la salud del sistema cardiovascular.
Pero también son importantes los ejercicios de fortalecimiento: el aumento de la masa muscular eleva el metabolismo y mejora la sensibilidad a los carbohidratos. El músculo tiene, de hecho, la capacidad de modular los niveles de azúcar en la sangre abriendo verdaderos “canales” en la membrana celular (llamados GLUT 4). Por lo tanto, la cantidad de músculo es directamente proporcional a la capacidad de captar los azúcares circulantes, evitando picos de glucosa y resistencia a la insulina.
En algunos casos, se pueden prescribir suplementos (como el cromo, que es un hipoglucemiante natural, y el inositol, que actúa sobre la resistencia a la insulina), así como medicamentos para ayudar a perder peso o manejar las comorbilidades asociadas a la obesidad.
En casos de obesidad grave o resistente al tratamiento, se puede considerar la intervención quirúrgica.
Conclusión
La obesidad es una enfermedad compleja que requiere un enfoque integrado, que incluya cambios en el estilo de vida y apoyo psicológico. La inflamación de bajo grado desempeña un papel significativo en la generación y las complicaciones de la obesidad, y es importante no descuidar este aspecto en la gestión de la enfermedad.
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